Evidencias científicas contra el Bullying

Evidencias científicas contra el Bullying

La infancia tiene derecho a que se le apliquen las mejores actuaciones probadas en educación y sobre todo en los casos de violencia. Desgraciadamente, algunos maestros y maestras se decantan por métodos sin ningún respaldo de la comunidad científica internacional, lo que provoca no sólamente fracaso, sino mucho sufrimiento. En el caso del bullying y la violencia de género el sufrimiento es tal, que a veces termina en suicidio. El fenómeno necesita de seriedad profesional que sólo lo pueden ofrecer las evidencias científicas que evalúan rigurosamente los resultados. Adelanto que ningún método aporta un 100% de fiabilidad, pero no dudaremos en elegir el que mejores resultados dé.

No todo funciona contra el bullying, en ninguna revista de prestigio internacional sobre violencia interpersonal se aboga por tratar este fenómeno a través de musicoterapia, psicomotricidad, relajación o yoga. Añado que según un estudio de 2017, publicado en una prestigiosa revista de educación, que evaluó 26 métodos diferentes para reducir la violencia en educación infantil, los métodos que se basaban en trabajar las emociones para reducir la violencia, fueron desaconsejados por ineficaces. La violencia no es una forma de comunicación de un malestar o de una necesidad de amor, sino un comportamiento que se mantiene el tiempo porque el individuo aprende que de ese modo se obtiene lo deseado. Un niño que con 2 años muerde a un compañero para conseguir un juguete, está usando la violencia. Después de observar escenas como ésta, el adulto debe actuar siempre, de modo contrario, el niño aprende a conseguir las cosas mediante la agresión.

El investigador canadiense Ritchard Tremblay(2008) explica que “Mientras la agresión física les dé resultados, y mientras no haya consecuencias negativas, continuarán usándola”. Según este autor, la agresividad no es algo que los niños y niñas deban aprender, sino que el ser humano la usa de modo innato. Sin embargo, para el bien de la sociedad, todos y todas sabemos que es mejor que los niños y niñas aprendan a no usarla. Para ello, hay que educar. No dudemos en explicar a los agresores que lo que hacen está mal, y aplicar sanciones cuando actúan violentamente y refuerzo positivo cuando lo hacen bien. Debemos enseñar a los niños y niñas pequeñas que las cosas se piden (porfavor) y organizar turnos de uso, así aprenden a autocontrolarse.

El bullying se da cuando, por ejemplo, se pega, insulta o se difunden rumores sobre alguien más débil, a propósito y repetidamente. Ni más, ni menos. Se puede dar en las etapas de infantil, primaria y secundaria. El interés del matón ya no es tanto el juguete del compañero, sino que su interés es ponerse por encima de la víctima abusando. Por eso suele suceder con saña y repetición dejando a las víctimas con sentimiento de impotencia y miedo. El matón, sin embargo, lejos de lo que habitualmente se piensa, gana reconocimiento, poder y amigos, muchos más amigos que la víctima. El proceso avanza hasta la secundaria cuando estos matones serán los más admirados por las chicas, comenzando un proceso de sexualización del bullying más evidente, llamado Violencia de Género.

¿Qué puede hacer el profesorado para prevenirlo?

1.- Lo primero es conocer el fenómeno y aceptar que en su clase el bullying puede existir, aunque no lo perciba. Dejar de justificar la violencia y actuar con valentía. Sólo con el cambio de actitud los resultados mejoran.

2.- Formarse sobre las mejores intervenciones contra el bullying.

¿En qué se basan las mejores intervenciones?

En la actuación conjunta de toda la comunidad educativa, la activación de los testigos y la aplicación de consecuencias.

Esconder el bullying a la comunidad es una forma de perpetuarlo, pero apoyarse en la participación de la comunidad educativa es positivo, puesto que los matones a veces se encargan de que el profesorado no perciba su acoso para evitar ser castigados. Sin embargo, los compañeros y compañeras y las familias tienen mucha más información que nadie sobre el sufrimiento de las víctimas. Aprovechando esta información, los alumnos y alumnas pueden realizar reuniones donde comparten mediante diálogo igualitario qué es lo que les gusta y no les gusta sobre el trato que reciben y explican los episodios de violencia que han visto o sufrido. Se debe crear un clima para que los valientes que denuncian sean apoyados y premiados por el grupo. Finalmente los alumnos y alumnas imponen una sanción, moderada por el profesorado, aplicando así una consecuencia negativa. La consecuencia negativa más eficaz es dejar al agresor sin compañía durante algún tiempo, puesto que su objetivo es demostrar poder violentamente. Si se le deja sin apoyo y su actitud queda desprestigiada por sus propios amigos y amigas, el matón termina perdiendo poder y sus ataques disminuyen en intensidad y frecuencia.

Este enfoque cambia significativamente el tradicional enfoque en el que el maestro impone una sanción de forma unilateral y autoritaria. Cualquier miembro del profesorado se da cuenta, que víctimas y testigos suelen evitar la denuncia al profesor cuando es él quien impone la sanción. A esta actitud se le llama “La ley del silencio”, y a quien delata se le desprestigia llamándole “chivato”.

Sin embargo, en este nuevo modelo de intervención, la sanción viene de un diálogo democrático entre todos y todas que empodera a las víctimas y a los niños y niñas igualitarios y se anima a todos y todas a participar en la defensa y denuncia cuando ocurre una agresión a espaldas del docente. Gracias al trabajo comunitario convertiremos los “chivatos” en valientes y los matones en cobardes. De este modo, se potencian los lazos de verdadera amistad y valentía tan importantes para que las víctimas se sientan seguras, y por otro lado, los matones pierdan el poder y prestigio conseguido mediante la violencia.

Ya lo dijo Edmund Bruke “Lo único que necesita el mal para triunfar, es que las personas buenas no hagan nada”.

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Me reservo el derecho de modificar los artículos en base al cambio o avance de mi pensamiento o corrección de errores.

gontzal

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